Durante la Segunda Guerra Mundial, se comenzó una iniciativa para reducir la cantidad de bombarderos derribados por el enemigo. Para ello los Aliados tomaron nota de dónde sufrían más daños los aviones que regresaban. La lógica de ello era que con esos datos podrían tomar una decisión de qué partes reforzar del avión y reducir así las bajas.
El esquema que resultó de aquel análisis fue lo siguiente:
Para muchos la conclusión era obvia: se trataba de reforzar las puntas de las alas, los timones y el centro del avión, que, de acuerdo al esquema, era donde más disparos recibían los aviones.
Abraham Wald, un estadístico que trabajaba para defensa, hizo una observación totalmente opuesta a lo que se pensaba: propuso reforzar la cabina, los motores y la parte trasera del cuerpo.
¿Por qué reforzar esas áreas donde no observaba impacto alguno? Lo que no habían considerado el resto es que había un sesgo clave al hacer el análisis: soloo estaban observando los aviones que regresaban. Wald supuso que la distribución de los impactos sería más o menos homogénea.
Todos veían en estos esquemas impactos en las zonas que no eran vitales. Entonces, a pesar de sufrir grandes daños, los aviones conseguían volver a base. En cambio, si un avión recibía grandes daños en cabina, motores y cola, era derribado y consecuentemente, al no poder regresar a base, no eran considerados en el estudio.
Un problema similar ocurrió durante la Primera Guerra Mundial, cuando se introdujeron los cascos en el ejército británico. Hasta ese momento, los soldados llevaban un gorra. Lo mismo ocurría en otros ejércitos, como en el alemán o francés. .
Se observó que las heridas en la cabeza aumentaron con la introducción del casco. Cuando un soldado que llevaba gorra recibía un impacto en la cabeza, probablemente moría. Al recibir el mismo impacto llevando un casco, tenía más posibilidades de sobrevivir.
Es decir, los soldados no recibían más heridas. Lo que ocurrió es que tenían más posibilidades de sobrevivir a heridas que de otra forma serían mortales. Este tipo de situaciones se conocen como "sesgo de supervivencia". Nos permite explicar (en parte) por qué hasta hace poco no había tanta hipertensión, diabetes, cáncer u otras enfermedades parecidas. No es que no existieran antes, lo que ocurría es que la esperanza de vida no era suficientemente alta. La gente moría pronto, y no daba tiempo a que estas enfermedades aparecieran.
Creemos que estos ejemplos son fantásticos para hacernos pensar acerca de cómo tomamos decisiones. No se trata solo de que tengas muchos datos, sino cómo abordás el análisis de los mismos, y te cuidás de evitar caer en alguno de los diversos sesgos cognitivos existentes.